13 de enero de 2018

Lo verdaderamente importante no cotiza en Borsa

Vivimos en un mundo donde se valora las cosas por el dinero que valen. Y así estamos, si no cotizas no eres nadie, si lo que haces no vende es que es una mierda, y si no me das nada no recibirás tampoco nada de mi.
Hacemos y movemos las cosas y (más fuerte aún) las relaciones por intereses y en los últimos tiempos, por fama.
Cuando te necesito te uso y después te tiro. En vez de relacionarnos por afinidades, por amor, nos relacionamos por intereses.
Y así nos va. Humanos que valoramos más a los demás por la cantidad de monedas que pueden meter en nuestros bolsillos o según su fama que por lo que Son.
Pues lo siento, pero me niego a ello.
Hago lo que quiero y voy con quien quiero porque así me apetece, sin mirar si puedo sacar algo a cambio o si es pobre, rico, listo o tonto. Me mueven cosas diferentes que los intereses particulares,  un puñado de monedas y un minuto de gloria. Soy así, que le voy a hacer.
Me importa una mierda ser la oveja negra, la mal vista, la incomprendida, la marginada o ir a contracorriente, si todo lo que hago lo hago por convicción. Viendo como funciona este mundo incluso os diré que me halaga y sino te gusta, y sino te gusto... ¡aire!
Siento deciros que hay cosas que no se pueden valorar por el dinero, y que valen más que todo el oro del mundo.  Es más, estoy segura que lo verdaderamente importante en este mundo no se encuentra en la estantería de un supermercado o en un millón de Likes. Y sino lo crees así seguro que acabarás haciendo y dedicándote a algo que no te gusta; vivirás no como tu querrías sino como los demás te dicten y acabarás siendo mediocre en todo, incluso en el amor.
Por miedo a ser rechazado somos capaces de dirigimos al abismo, aún siendo incluso conscientes de ello, cuando lo que deberíamos hacer es rechazar las imposiciones, el quédirandemí y los patrones preestablecidos y hacer lo que verdaderamente nos venga de gusto, guste o no guste a los demás, lo entiendan o no.
Abrid los ojos, lo que verdaderamente tiene valor no se mide con dinero y las cosas buenas no se consiguen con la fama sino con el esfuerzo,  valentía y las buenas intenciones (y en mi caso también suele funcionarme bastante la tozudería).
Los atardeceres, los amaneceres, los ratos con tus hijos, los besos inesperados, las risas, esas charlas tan reconfortantes, las casualidades... ese abrazo que siempre espero...
Si aprendes a dar valor a aquello que te gusta y no a aquello que los demás valoran, no volverás a sentirte mal por el hecho que tus valores sean diferentes de los de la mayoría, y harás tranquilamente lo que te de la gana.
Ahí queda dicho queridos verdecillos. Haced lo que queráis. Sólo hay una norma, sin joder a los demás.

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